SOLO PODREMOS SANARNOS Y LIBERARNOS SI APRENDEMOS DE JESÚS A SER MANSOS Y HUMILDES DE CORAZÓN.
San Mateo 11,28-30
En aquel tiempo, Jesús dijo: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Jesús nos dice “vengan a mí”, porque sabe que permanentemente satanás estará ofreciéndonos sus caminos falsos, para que accedamos al pecado y creyendo en sus mentiras, nos dejemos atrapar; satanás nunca nos dejará en paz, pues quiere que lleguemos a odiar a Dios, por proponernos un camino de sometimiento a su Santa Voluntad, por lo que él siempre nos ofrecerá desobedecerlo, como él lo hizo, para “comer la fruta prohibida” y hacernos creer que podremos llegar a ser como dioses, conocedores del bien y del mal (Gn 3,5).
Es cierto, la invitación de Jesús es para entrar por la puerta estrecha y a tomar el camino angosto, porque el camino que lleva a la perdición es “ancho” y “amplia” la puerta de entrada al infierno (Mt 7,13); por eso, lo que Jesús nos ofrece no es aceptado por todos, sino por pocos, pues su invitación es “austera” a la vista, más contiene por dentro el tesoro escondido del Reino de los Cielos, el cual no puede recibirse sin conversión (Mt 3,2).
Aún a pesar de que hayamos sido engañados por satanás, al igual que nuestros primeros padres, las palabras de Jesús nunca llegan tarde, aún hoy, por más mal que estemos, por más que nos hayamos alejado del camino de salvación, Jesús no se contradice a sí mismo, Él ha permanecido fiel, aunque nosotros le hayamos fallado y sabe que somos de barro, por eso, una y otra vez nos dice “vengan a mi”, para sanar nuestras heridas, para liberarnos de aquello que es más grande que nosotros y por nuestras propias fuerzas nunca podremos vencer.
Ahora tenemos la presencia misma del Hijo de Dios que se ha encarnado y viene a vivir nuestra propia historia, para que, al verlo hecho hombre logremos comprender el camino de nuestra salvación y así levantarnos definitivamente de la esclavitud del pecado. Lo único que ocupamos es “acudir a Él” y entregarle nuestras cargas y fatigas, para que Él nos sane y libere. Ocupamos también decidirnos a tomar la Cruz, la cual es ese “yugo suave y carga ligera”, pues comparando el dolor del pecado, con el de la Cruz, tendríamos que calcular la diferencia que hay entre estar el Cielo o en el infierno.
Jesús nos pide que aprendamos de Él que es manso y humilde de corazón (Mt 11,29), no pedirá que aprendamos nada más de Él en todo el Evangelio, porque con este aprendizaje estaremos en camino seguro de vernos liberados de las permanentes insidias de satanás, el cual siempre nos propondrá lo que en él existe, la soberbia, el orgullo, la vanidad, la ira y todos los vicios del alma y del cuerpo para alejarnos de Dios.
Pidamos a Dios la gracia de acudir permanentemente al llamado que Jesús nos hace y vayamos adquiriendo las virtudes de su Sagrado Corazón.
Feliz día para todos!
P. Gabriel Panduro Muñoz.
Súplica a Nuestro Señor Jesucristo que corte y libere la atadura que nos descubre el evangelio de San Mateo 11,28-30; liberación de la atadura que nos impide disponernos a vivir en la humildad y sencillez de los hijos de Dios a ejemplo de Jesús y hacernos merecedores de recibir los secretos del Reino.
Señor mío Jesucristo te suplico que mi corazón y mi espíritu sean liberados de toda atadura, en mí o en mi linaje, que está llevándonos a vivir sin seriedad la vida cristiana, por no tener la disposición para que Dios habite en nosotros, al aceptar aún vivir en odios, traumas o miedos, en rel
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