Cuando el hombre de bosque hacía aspavientos en la tribuna del Congreso por las palabras de Abascal, que cada hora que pasa parecen más premonitorias, cuando movía sus ramas atolondrado, y agitaba sus manazas, ya sabía que él y su partido iban a entregar la alcaldía de Pamplona a Bildu, es decir, la rama tecnócrata de la ETA. Es un regalo más de los Sánchez y los López a los que pegaban un tiro en la nuca a los socialistas y nunca se arrepintieron de coserles al suelo a balazos. Primero retiraron a la Guardia Civil de las carreteras, luego entregaron la federación de municipios a Bildu, ahora le entregan la alcaldía de Pamplona, y luego vendrán las alcaldías de otros pueblos y ciudades en las que la suma de la rosa socialista y la serpiente de Bildu pueden sumar una mayoría, que ayer parecía contra natura y hoy confunde a los dos partidos en uno solo, fundidos en el destino sanchista. Los sucesos de este martes, los presagios que anuncian, son de una gravedad extrema. No parece un cierre de la historia sino una sumisión, una apertura de piernas del socialismo para que desfilen por su matriz los orcos que hicieron de la brutalidad criminal su forma de hacer patria. El destrozo del socialismo navarro es mucho más grave que el que practicaron Urralburu y Aragón, condenados a once y siete años por corrupción, los dos continuadores de Roldán, que en Pamplona comenzó su historia de codicia sin límite. Gracias a Sánchez, Bildu se apodera de la Pompaelo romana, de la vieja capital del reino de Navarra, que se unió a Castilla. El poco aparato ético que le quedaba al socialismo navarro ha sido pulverizado por el caudillo, vestido de azul, que nos gobierna. Rotos todos los puentes entre el PSOE y la Unión del Pueblo Navarro, que ganó las elecciones municipales, en enfrentamiento deriva ahora hacia un escenario callejero. Y en Navarra la calle no suele tener matices. Se trata por tanto de un triunfo más de un presidente, de nuestro querido Fuhrer, que ha hecho de la discordia su programa de gobierno, su estilo y su fin, su apuesta más genuina.
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