Un alma en Cristo https://unalmaencristo.my.canva.site/redessociales
🎧 Audio 176
📕 Libro II Un alma en Cristo
5 de diciembre de 1993
𝕄𝕒𝕥𝕣𝕚𝕞𝕠𝕟𝕚𝕠𝕤 𝕕𝕖𝕔𝕝𝕒𝕣𝕒𝕕𝕠𝕤 𝕟𝕦𝕝𝕠𝕤
En oración en mi habitación. Un separado, que hace siete años lo dejó su mujer, se ha mantenido consecuente con su fe durante todo este tiempo, a pesar de que ha pasado momentos de mucha soledad. Ahora anda medio enamorado de una mujer también separada. Me contaba aquél, que un sacerdote le había dicho que por tres millones la Iglesia le podía anular su matrimonio. Yo no entiendo esta postura de la Iglesia. Pienso en el torero Paquirri que, habiendo estado casado y con dos hijos de su primera esposa, se ha casado luego por la Iglesia con la cantante Pantoja.
Yo, Señor, le dije a ese separado que, siendo que la Iglesia anula los matrimonios por dinero, y ya que tú le dijiste a Pedro que lo que éste ate en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desate en la tierra quedará desatado en el cielo, yo me casaría, pues en este caso es la Iglesia quien habría de dar cuenta de mis actos, no yo. Creo que no le aconsejé bien. El caso es que ese hombre separado me ha pedido que te pregunte y que le transmita a él tu respuesta.
Sonrío pues tu pregunta es aguda y directa. Yo te contestaré del mismo modo.
He de decirte, mi bien amada criatura, cuán apesadumbrado está mi Corazón por tantos y tantos errores que, en mi santo Nombre, cometen los hombres, en este caso los eclesiásticos. En algunos casos sí que hay unas cláusulas, con las cuales estoy de acuerdo, para la declaración de nulidad del matrimonio. Lo malo es que utilicen esas cláusulas abusivamente para desobedecer mis Mandatos. En este caso es el hombre el que se engaña, no Yo. Tanto el que pretenda anular el matrimonio, estando enterado de que no existen dichos apelativos y que se trata sólo de un intento de engaño para suprimir un sacramento, como el cónyuge que aspire a ser liberado de dicho matrimonio, todos me habrán de dar cuentas, pues mi Ley no es Ley de hombres, sino de Dios. Todo el que la comprenda tendrá que ponerla en práctica y, de no ser así, me habrán de dar cuentas.
Hija mía, mi Ley no se compra con dinero. Mi Ley no se vende. O se sigue dicha Ley, o se aparta uno de ella y, en este caso, me habrá de rendir cuentas.
Hija mía, es cierto que le diste un mal consejo a ese separado. Tanto él como tú sabéis como mi Corazón sufre por tantos motivos; sobre todo por tantos pecados cometidos por mis consagrados. Todos ellos, cuando llegue el día de rendir cuentas, lamentarán el haber nacido pues, si hay algo con lo que soy severo, es con la Ley de Dios, con mi Ley. Si soy justo es porque hago respetar dicha Ley. No olvides, hija mía, que por ella cogí el látigo en el templo. Sólo he cogido el látigo para hacer respetar la Ley de Dios y la Casa de mi Padre. En el caso de esos matrimonios se violan las dos cosas: una es mi Ley y otra que quien la viola son mis sacerdotes en la Casa de mi Padre.
Sé que muchos dicen: «Son leyes viejas, caducas. Ahora que se han puesto tan de moda las separaciones matrimoniales, hay que renovar la Iglesia, hay que hacer que ella siga adelante con los nuevos tiempos». Pero Yo les digo: Insensatos, ¿qué decís? La Iglesia no puede ser renovada en su contenido esencial, pues en lo intrínseco de su ser está Dios y su Ley de Amor y Misericordia.
Esta Ley es para todos los tiempos; hasta que Yo venga. Sólo hay una Ley, como sólo hay un Dios. El hombre no debe olvidar esto.
Por lo tanto, dile a ese separado que, aunque tampoco debe hacerlo, más le valdría que se juntara antes que violar mis Mandatos. Que debe pensar qué va a hacer y cómo. Pero en todo caso Yo le pediré cuentas; también puedo tener misericordia. Y tú, hija mía, guárdate de dar consejos semejantes. Sé que te indujo a hacerlo la pena de la soledad de ese separado. Pero es mejor estar solo que pecar. «Si tu mano te hace pecar, córtatela». ¿Comprendes, hija mía?
Un alma en Cristo Libro II