Lee Gálatas 3:1–5

Un estudio reciente de la Facultad de Derecho de Harvard informó que estamos experimentando una “epidemia cultural de evasión de conflictos”. Citan comportamientos ahora comunes como “desaparecerse” y “abandonar silenciosamente” como evidencia de nuestra falta de voluntad o incluso incapacidad para tener conversaciones difíciles.

En Gálatas 3, Pablo no tiene ese problema. Se dirige a sus lectores gálatas directamente, por primera vez, y los confronta con una reprimenda inusualmente dura. “¡oh, gálatas insensatos!” (v. 1 LBLA). El equivalente moderno sería llamarlos “tontos”.

Pablo sigue ese discurso directo con una pregunta retórica igualmente acusatoria: “¿Quién los ha hechizado?” (v. 1). El acto de “hechizar” era un asunto serio en ese momento. La palabra se usaba cuando alguien era maldecido por el “mal de ojo”, un acto típicamente motivado por celos o malicia. Pablo está reprendiendo a los gálatas por su credulidad y a los falsos maestros por su seducción maliciosa.

Pablo dirige a sus lectores de nuevo a la cruz de Cristo como el antídoto. Jesús crucificado es central para el evangelio y su teología. Les recuerda a los gálatas que el evangelio les había sido comunicado claramente. No tienen excusa. Y Pablo infiere que se han extraviado precisamente porque han perdido de vista esta verdad central.

Luego, Pablo hace una serie de preguntas, todas en torno al tema de la ley versus la creencia, las obras versus la fe, el Espíritu versus la carne (v. 3). Los rivales de Pablo habían estado tentando a los gálatas para que encontraran su identidad y seguridad en su propia adhesión a los rituales judíos como la circuncisión. Para contradecir esta creencia, Pablo les recuerda repetidamente que ya habían experimentado la obra milagrosa del Espíritu, a quien Dios les envió, no por sus propias buenas obras, sino porque creían en Jesucristo.

• ¿Qué estamos tentados a añadir al evangelio? ¿En qué “obras de la ley” estás tentado a encontrar tu identidad y seguridad?

Ora con nosotros

Hay muchas voces que llaman, hay muchas puertas que pueden abrirse para nosotros. ¿Cuál puerta, cuál voz es para nosotros? Dios, ayúdanos a escuchar sólo Tu voz. Y que siempre recordemos que sólo Tú eres la puerta que conduce a la libertad.

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